Proceso de Reorganización Nacional
Proceso de Reorganización
Nacional
(1976-1983)
A fines de la década del
sesenta y comienzos del setenta, en Latinoamérica se había dado el surgimiento
de gobiernos progresistas, Estados Unidos, sin intervenir abiertamente, optó
por una política de desestabilización de estos gobiernos y un apoyo logístico
secreto a los golpistas, utilizando como fuerza de ejecución las distintas
fuerzas militares de cada país latinoamericano. Los cambios buscaban instaurar un modelo económico común, que se
veía como el único posible: el
neoliberalismo, donde prime la “economía de mercado”.
En
este sentido el 24 de marzo las Fuerzas Armadas detienen a la presidente
constitucional María Estela Martínez de Perón, y “visto el estado en el que se
encontraba el país, proceden a hacerse
cargo del gobierno de la República. Para
ello ponen por encima de la constitución nacional el estatuto que habían
creado. Inmediatamente proceden a declarar caducos a los gobernantes
nacionales, provinciales y municipales, sus legislaturas, la Corte Suprema de
Justicia de la Nación y Tribunales provinciales. También suspenden la actividad
política y gremial en todos los ámbitos del país.
Por
otra parte la Junta Militar se encargó de designar al presidente de la Nación y a los
interventores militares, quedando de esta manera el teniente general Jorge
Rafael Videla como presidente de la nación.
Jorge Rafael Videla |
Entre los objetivos que planteaba este gobierno estaba la soberanía política, basada en el
accionar de instituciones constitucionales atendiendo al interés nacional, manteniendo
siempre los valores de la moral cristiana, de la tradición nacional y de la
dignidad del ser argentino, lo cual se podría lograr a través del trabajo fecundo, con igualdad de
oportunidades y un adecuado sentido de justicia social.
Sin
embargo en este periodo muy triste de la historia argentina, podremos ver que en ningún momento tuvieron en cuenta el
interés nacional, porque derrumbaron su industria, dando inmensas concesiones a
los capitales extranjeros (que no vinieron para invertir sino para especular);
que instalaron una corrupción generalizada que se encarnó en el poder y que fue
difícil de erradicar; que asesinaron a miles de personas, torturando, violando,
robando, destruyendo la dignidad del ser humano; que no hubo bienestar general
sino que el salario real fue descendiendo cada vez más; que se destruyó la
salud y no se dieron planes de vivienda; que se emprendió una guerra para
conseguir el poder, enviando a la muerte a muchos jóvenes; que la “estrategia global contra la
subversión” fue llevada a cabo sin leyes, empleando el terrorismo de Estado que
es la utilización sistemática de la violencia a través del aparato estatal para
intimidar a los disconformes, involucrando en ese terror a la mayoría de la sociedad
civil.
El terror
del Estado, desarmando familias, matando dirigentes sindicales o delegados u obreros contestatarios,
desapareciendo madres embarazadas, vendiendo o regalando sus bebés,
persiguiendo jóvenes y ancianos, haciendo lo inimaginable para convocar al
espanto y silenciar a la sociedad.
La
política económica de la dictadura
Al
inicio de la dictadura asume como, ministro de economía José Alfredo Martínez
de Hoz, quien para detener la inflación propuso
el liberalismo, alegando que se
debía reducir el déficit fiscal e impedir los aumentos de salarios, de esta
forma se podría aumentar la eficiencia de la industria para adaptarse a las
exigencias del mercado internacional, y pasar de ese modo a ser exportadores
industriales.
Para
que esto funcione sostenía que era necesario
hacer jugar las leyes del mercado y que el estado solo debía controlar
que no se aumentaran los sueldos. Sin embargo esta propuesta no beneficiaba a
los trabajadores quienes eran los compradores de los productos que se ofrecían
y por lo tanto provocaba una reducción del mercado.
Algunos
aspectos que puedo recatar de este período
son: inflación institucionalizada la cual en una etapa de recesión tan dura como la que se
estaba viviendo, era producto de la liberación de precios, la especulación
financiera, las altas tasas de interés y la continua entrada de créditos del
exterior.
La
“plata dulce” El peso sobrevaluado (es decir, con el precio del dólar muy barato,
fijado artificialmente por el gobierno) hizo posible una época de consumismo
desenfrenado que llevaba a importar todo. En cinco años cayó la producción
industrial en un 20%, así como también la mano de obra ocupada en las mismas.
Se
consideraba “inversión extranjera” a la compra de empresas argentinas (lo que
en realidad era una desnacionalización), y se les daba las mismas facilidades
que a las empresas argentinas para obtener créditos, por lo que muchas veces
esas supuestas “inversiones” estaban financiadas en realidad con ahorro
nacional y tenían la posibilidad de enviar luego al extranjero sus ganancias.
La fuga de capitales se pudo medir en miles de millones de dólares entre 1976 y
1981.
Con
la política económica de la dictadura, la deuda creció velozmente, llegando al
final de su gestión con 44.000 millones de dólares de deuda externa.
Para
1981 en plena crisis económica, el descontento popular se hacía sentir La única
forma de parar el descontento popular sin dar la salida política que el pueblo
quería, era recuperar una parte de nuestro territorio que había sido arrebatada
por los ingleses, en 1833: las islas Malvinas. Pensaron que si lo lograban, la
ciudadanía no sólo se olvidaría de sus reclamos sino que lo consagrarían como
héroe nacional. Cruel realidad fue que
las fuerzas argentinas perdieron en combate quedando muerto 730 personas (la mayoría jóvenes
soldados), y casi un millar más estaban heridos.
Guerra de las Malvinas. |
En
abril de 1983 las Fuerzas Armadas redactaron un “Acta Institucional” donde
reconocían la responsabilidad por las acciones antisubversivas, declarando
muertos a todos los detenidos-desaparecidos que no estaban en la clandestinidad
o en el exilio. No querían la revisión de los hechos, ya que ellos estaban
“sujetos al juicio de Dios”, porque lo suyo habían sido “actos de servicio”.
Para cubrirse ante las posibles acciones de un gobierno democrático,
sancionaron un decreto-ley de “autoamnistía”, mediante la cual se eximía a los
responsables de cualquier acusación. Fue rechazada por movilizaciones con
decenas de miles de personas y cuando llegó la democracia fue revocada por ley
del nuevo Congreso.
Las
elecciones se realizaron el 30 de octubre de 1983: había ganado por más del 50%
el candidato radical Raúl Alfonsín, recibiendo no sólo los votos de su partido
sino también algunos votos peronistas disconformes y otros de gente de centro,
que quería un gobierno tranquilo y respetuoso de sus derechos.
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